Alberto Giacometti:

de paso por Campiglio

 

En recuerdo de la estancia del gran artista suizo en Campiglio en 1921

 

 

Este fue el "segundo pasaje" de AlbertoGiacometti a Campiglio, el primero fuetrágico, doloroso y estuvo vinculado a undestino misterioso. (En otoño de 1921, cuandotodavía no tenía veinte años, el artista suizo sedetuvo en Madonna di Campiglio, camino deVenecia, y fue testigo de la muerte inesperadade Pieter Van Meurs). El segundo -mucho másluminoso- se produjo con ocasión de las citasveraniegas de "El misterio de los montes" en elsalón "Hofer" del histórico "Des Alpes", elmismo hotel en el que Giacometti residió enseptiembre de 1921. Y constituyó un tributo ala grandeza de uno de los mayores artistas delsiglo.XX, dirigido por Philippe Daverio con sucélebre autoridad.

 

Pierluigi Romani Neofigurativo Alto Per Giacometti

 

 

EXTRACTO DEL LA INTERVENCIÓN DE PHILIPPE DAVERIO

"Tengo que aclarar de inmediato que soy un hombre de llanura; medio lombardo y medio alsaciano. Y para mí hay dos mundos de un misterio indefinido que son el mundo del mar y el de la montaña. Me resultan tan extraños que a lo largo de los años se han ido llenando de profundos misterios: los miro con el ojo típico del que ve en estos ámbitos el lugar donde se definen las divinidades misteriosas. Y este lugar de divinidades misteriosas es precisamente el que nos permitirá entender a Giacometti.
"Es fundamental entender qué es esa extraña cultura que se desarrolló en un ámbito, el de las montañas, que en un principio no importaba nada a la cultura mediterránea. Los hombres del Mediterráneo miraban el mundo de los Alpes con total contrariedad. Las montañas cambiaron de destino y se convirtieron en refugios, más adelante en un lugar donde ya no se desplazaban las mercancías sino las personas. En los siglos VI y VII la montaña fue portadora de civilización mientras que en el mar se vivía la barbarie. Mas tarde sería el escenario de la gran cultura monástica y de la remitificación. Los Alpes se convirtieron en una tela de araña infinita desde la cual era posible expandirse en todas direcciones. Por este motivo, gran parte de la política carolingia, cuando Carlo Magno pensó en rehacer en clave nueva el imperio, ya no fue mediterránea sino que se basó en un contacto articulado cuyo centro era el mundo alpino".
"Por eso, los testimonios más hermosos de la pintura carolingia se encuentran entre los Grisones y la zona de descenso hacia el Trentino. Basta pensar en ese juego infinito de las danzas macabras, la de Pinzolo, la de Bérgamo, la de Zurich, que están al otro lado de los Alpes. Los Alpes se convirtieron en un lugar con un imaginario proprio. Pero la montaña volvió a cambiar y, llegado un momento, entró en crisis y su papel central disminuyó dejando a los que viven en ella ese sentimiento de melancolía, incluso de frustración, que encontrarán siempre en Giacometti. Así pues, Giacometti debe ser relacionado con su origen, el que constituye su verdadero origen antropológico, el origen del que vive y dialoga con esta montaña, con estos miedos y ansias […]".
"Y con un destino en cierta forma irrenunciable que es el destino de los hombres de montaña: él acabó su vida en ese camino triste y terrible de Stampa, en una especie de edificio de troncos de madera donde dio vida a las esculturas más hermosas del siglo XX. Regresó a la montaña tal y como hace a menudo el hombre de montaña".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Yves Bonnefoy: "¿Sabía quizá Alberto que al aventurarse en la montaña se toparía con su destino? Es evidente que su inconsciente sí, ya que desde los primeros días de su vida había visto delinearse a la alta montaña que rodeaba Stampa como espacio absoluto, como ajenidad insondable. (...) En pocas palabras, Alberto empezaba a esculpir el rostro humano en un material, la montaña, que sentía como el espacio de toda existencia. De hecho, los bustos que esculpió son desafíos a la muerte, son la reanudación eterna del acto de conciencia que emprendió cuando partió a caballo para Madonna de Campliglio con su viejo compañero. (...) Es difícil pensar que para los grandes artistas no hay una especie de providencia que actúa secretamente en las profundidades de la vida".

 

 

 

 

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