Sumario

 

 

El diálogo entre culturas como foro de paz                                                

 

Tierra encantada

         
Michel Balivo

 

Cuando visité el sitio Web de la revista “L’Eco delle Dolomiti”, me trajo de inmediato a la mente una pequeña nota que escribí hace ya varios años en la “Gran Sabana”, frontera entre Venezuela y Brasil, que me tomo la libertad de reproducir ahora como introducción al presente artículo.


“En un mundo donde todo es cada vez más predeterminado y rutinario el corazón del ser humano tiende a refugiarse en los sueños, en la imaginación.

 

Nosotros queremos ofrecerte una reserva natural que según las investigaciones geológicas es de las más, sino la más antigua formación del planeta. Como si la misma Madre Naturaleza sabiendo del acontecer de estos tiempos, la hubiese querido preservar para sus hijos. En este ancestral (arcaico) templo natural el tiempo se detiene y un profundo silencio te invade. Acudiendo al llamado de las oscuras mesetas que brotan tras las nubes cubriendo o develando sus misterios al capricho de los dioses, despiertan en tu alma poderosos y significativos recuerdos e imágenes.

Nosotros vivimos al amparo de estos paisajes encantados, somos hijos del misterio de esta tierra, escuchamos su llamado, entendemos su lenguaje; las canciones extrañas de sus caudalosos ríos y cascadas, las intangibles presencias de sus exuberantes bosques y selvas. Nuestras miradas reflejan los ilimitados horizontes de sus sabanas.  Y es por el imperio de las circunstancias que el mundo vive que nos sentimos impulsados a hacerte accesible, a compartir contigo, que resuenas a este paisaje encantado, esta primigenia experiencia.
Pero te advertimos que la llave esta en el silencio maravillado de tu mirada, en la pureza de tu deseo.”
Sucede que estos maravillosos paisajes, siempre van acompañados o son el eco de un maravilloso y silencioso estado de escuchar y ver. Pero en ellos, antes o después por la condición de libre elección de la conciencia humana, entra en escena la marea del tiempo. A la playa del mundo llegan y se retiran sus olas rítmicamente. En consecuencia con la acumulación de experiencias y conocimientos de las generaciones que vienen y se van unas tras otras, las olas y vientos se agitan en el escenario natural y social hasta conducirnos a estas encrucijadas históricas, que no son sino mareas o ciclos mayores del tiempo, en que los ánimos están sumamente agitados, inquietos. 

Entonces comienza a hablarse de conflicto entre civilizaciones y culturas, que no es sino la inevitable contracara del diálogo entre ellas. Basta pasearse por la historia, ascender contracorriente por las mareas del tiempo, para comprender que este no es un fenómeno nuevo, antecedió siempre los finales y principios de toda civilización. Si hay una diferencia que podamos establecer se trata de que esta vez  nos encontramos en una civilización global, estrechamente conectada por medios de comunicación y locomoción, que hace ineludible que reconozcamos que no hay aislamiento nacional o cultural posible. En otras palabras, nos guste o no estamos ante un destino común.     

De aquí en adelante o caminamos juntos abriendo las puertas de un nuevo futuro o regresionamos en el tiempo. Para la primera opción, una vez más es necesario reconocer que todos los fenómenos que contemplamos un poco incrédulos en el mundo, (porque anticipan lo que no creíamos o no queríamos creer según nuestro modelo mental que pudiese suceder,) siempre van acompañandos o son el eco inevitable de ese estado de agitación y nerviosismo que presiente, anticipa un final y nuevo principio civilizatorio. En el mundo de la intencionalidad, de la libre elección, es decir de los seres humanos, es necesario reconocer alternativas para poder elegir. Podemos y ciertamente debemos amar mucho nuestra cultura y tradiciones, es decir nuestras creencias y hábitos, porque bien o mal hasta aquí nos han traído. 

Pero cuando ellos comienzan a degradar nuestro hábitat, cuando empiezan a deshumanizar el mundo haciendo cada vez más difícil vivir, entonces ha llegado la hora de agradecer a nuestros compañeros de camino, a nuestra herencia generacional e histórica, y aún con una suave nostalgia despedirnos para emprender un nuevo mañana. No me parece que se trate exactamente de un diálogo entre civilizaciones aunque obviamente la intranquilidad nos lleva a ver enemigos en todas partes. Me da más bien la impresión que se trata de una apertura cultural al nuevo mundo que se presenta ante nuestros sentidos, que golpea a las puertas de nuestra conciencia colectiva, y que ya no podemos seguir interpretando según nuestras viejas miradas, creencias y hábitos.                            

Abrir y trascender nuestras culturas parece entonces ser el reto, para poder reunirnos en una nueva dirección común a futuro, que como dice en la presentación de L´Eco delle  Dolomiti, debe trascender el ensueño de la imaginación para hacerse vivible. Porque es  la vida misma la que nos enfrenta exigencias concretas e ineludibles. No hay cultura, raza, religión, sexo ni generación que pueda evadir tal reto objetivo. Por tanto no se trata tanto de dialogar entre nosotros cuanto de aprestarnos a comprender la amplitud de ese reto y a dar las respuestas apropiadas que propulsen estructuralmente la vida natural y humana hacia nuevos y mejores futuros. 

Hay exigencias sociales, humanas y ecológicas que es imposible ya que dejemos de ver. No podemos seguir contaminando la atmósfera, no podemos proponer sembrar maíz para transformarlo en combustible biológico de los vehículos que justamente contaminan la atmósfera, agotando además las tierras que han de producir el alimento de una tercera parte de la humanidad sujeta ya al hambre y la enfermedad. 

No podemos invadir ni ser silenciosos cómplices bajo ninguna excusa de la muerte de gente inocente,  para apropiarnos del petróleo que posibilite la continuidad de una forma de vida agotada e inviable, en lugar de reconocer y comenzar a dejar atrás los hábitos de inútil derroche que solo pueden conducirnos al desastre y la barbarie nuevamente. 

No podemos por tanto seguir en una sociedad de democracia representativa donde otros tomen alegremente nada más ni nada menos que las decisiones de que nuestra especie viva o muera. Necesitamos crear y poder acceder a mecanismos de participación y decisión amplios y dinámicos, que muy bien pueden concretarse con las modernas tecnologías de comunicación que convierten el espacio y el tiempo en un aquí-ahora. Tenemos todo lo necesario, no solo en cuanto tecnología sino en cuanto historia, para saber que siempre los grandes retos han estimulado lo mejor de nuestra creatividad y sentimientos de solidaridad. Solo falta comprender cuales son los retos y respuestas ineludibles que han de darnos dirección común propulsándonos hacia un nuevo futuro. 

Ese es a mi modo de ver entonces el diálogo o el debate que hemos de dar sin importar a que cultura pertenezcamos, en cual de ellas nos ha tocado la suerte o desgracia de nacer. Porque ahora no se trata de herencias, de limitaciones, sino de posibilidades de elegir.  Si hay algo que pueda definir al ser humano y su historia, creo que podemos atrevernos a decir que es justamente la creciente libertad de elegir que ha ido ganando ante la naturaleza y su propia organización social. Y es de eso que se trata esta coyuntura histórica, esta nueva e ineludible  posibilidad. Elegir y construir juntos el futuro que deseamos vivir. Reconocer y dejar atrás lo que a ello se opone.

 

 

 

 

 

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