NÚMERO 11

     

ZYGMUNT BAUMAN
Y LA MORALIDAD TRANSFORMADA EN MERCADO

Mariapia Ciaghi

 

 

 

El último evento del Festival de Economía de Trento tenía por protagonista al polaco Zygmunt Bauman, teórico de la "Modernidad Líquida". Bauman analiza el mercado y el consumismo, y cómo éste impulsa, a traves del consumismo, la moralidad hoy en día. Estamos inducidos a suprimir nuestro sentido de culpabilidad respecto a los demás, aquellos que queremos, siendo negligentes y dando prioridad a satisfacer los imperativos de producción, a través de la practica del consumo y "shopping". En términos de Bauman: "Llevamos un peso increíble sobre nuestras espaldas, incluyendo las obligaciones morales, nuestro natural impulso de cuidar a los demás, y tratamos de engañar a nuestra conciencia a través de tranquilizantes morales ofrecidos por las tiendas y los supermercados". Desde el punto de vista de Bauman la respuesta es clara. Para empezar, siendo conscientes de que los recursos no son infinitos sabemos que no podemos desviar más el problema, continuando con un incremento de la producción y el consumo. Bauman comenzó su presentación alabando a los organizadores por elegir el tema del festival "Los límites de la libertad económica", un tema que describe como "fundamental, porque en estos momentos comenzamos a comprender que el rango de opciones que se nos ofrecen está disminuyendo, en vez de aumentando y expandiéndose".
La creciente desigualdad a nivel global está resolviéndose en dirección contraria a las ideas de los pioneros de la libertad y el iluminismo, como Descartes, Bacon y Hegel. El país más rico en el mundo de hoy - Qatar - tiene un nivel de vida 428 veces mayor que Zimbabwe, el país más pobre. Los ricos, el 20% de la humanidad, controlan el 75% de la riqueza; el 20% más pobre, controla el 2%. Hace 30 ó 40 años el balance era distinto, el diferencial entre los países parecía destinado a desaparecer. ¿Qué ocurrió? Hay dos factores cruciales, y son más culturales y sociales que económicos. Lo primero es que queremos disfrutar de la riqueza, una vida acomodada, lo que nos ha llevado a adoptar el nivel adquisitivo, nuestra capacidad de consumo, como el indicador certero. Pareciera que todos los camimos que llevan a la felicidad se dirigen a las tiendas. Esto somete a nuestro sistema económico, y más en general a nuestro planeta entero, a una enorme presión, lo que es desastroso para las nuevas generaciones. Es evidente que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades, dejando la responsabilidad sobre los hombros de nuestros hijos. Por lo tanto, hay que buscar una solución al problema. En el transcurso de los tiempos modernos hemos desarrollado capacidades para resolver los conflictos sociales, incluso los relacionados con la distribución desigual de la riqueza: incrementando la producción. Cuando el incremento de la producción cae, no significa que las reservas de alimento estén en riesgo, pero aún así el pánico crece, porque la resolución del conflicto está basada en el incremento de la producción y del consumo.
¿Podemos encontrar una alternativa al crecimiento de la producción y el consumo para encontrar satisfacción, o como fin último, para ser felices? Es necesario, si deseamos evitar la destrucción de nuestro hábitat y generar fenómenos catastróficos como las guerras. Los niveles de consumo actuales son ya insostenibles desde el punto de vista medioambiental y económico, como explicaba Tim Jackson en su valioso libro publicado hace dos años. El concepto de prosperidad más allá del consumo infinito es considerado como algo loco o revolucionario. Jackson cree que hay alternativas: amistades, familia, el barrio, las comunidades, el significado de la vida. Hay enormes recursos en términos de felicidad humana que no están siendo explotados.
La mayoria de las políticas creadas por los gobiernos alrededor del mundo va precisamente en direcciín contraria. Estas políticas raras veces se preocupan por lo que sucederá más allá de la siguiente elección, y mucho menos se plantean qué sucederá en 20 ó 30 años. Estamos asistiendo a un proceso de mercantilización y comercialización de la moralidad.  Los mercados están acostumbrados a dirigir las necesidades de los humanos, necesidades que no se satisfacían en el mercado en el pasado. Esto es lo que quiero decir con mi concepto de "comercializacion de la moralidad".
Los grandes economistas del pasado afirmaban que, dado que las necesidades son estables, una vez que estas necesidades son satisfechas, podemos parar y disfrutar del trabajo hecho. Se tenía la convicción de que al final del proceso comenzaría la modernizacion, entonces podríamos tener una economía estable en perfecto equilibrio. Muy por el contrario, se tomó una direccion diferente con la invención del consumidor. Fue comprendido que los bienes tienen un valor no sólo en terminos de uso, sino un valor como símbolo de estatus social. El producto, por tanto, ya no se consumiría por necesidad, sino por deseo. Entonces el objetivo fue el desarrollo de nuevos deseos para los seres humanos. Sin embargo, en cierto momento, los deseos se encontraron con limitaciones. Este límite podía sobrepasarse con la comercialización de la moralidad: no hay límite para amar o en el afecto que queremos demostrar a los otros. Responsabilidad incondicional, acompañada por cierta ansiedad, esta es la fuerza que dirige el consumismo hoy y el impulso que nos empuja a hacer más y a producir más y más. Pero esto no es posible, porque los recursos son limitados. Quizá el momento de la verdad está cerca, pero podemos hacer algo para frenarlo: embarcándonos en un camino realmente humano, formado a base de la mutua comprensión".

 
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