NÚMERO 10

     

HACIENDO PROPIOS LOS DOLOMITI

Marek Grocholski

 

 

Zumo de la baya de sauco en casa de nuestros amigos y unos maravillosos frescos en una antigua iglesia de piedra. Verdes pastos y blancas montañas escarpadas. La fragancia de la jugosa hierba de los prados y el viento en los espacios vacíos entre las rocas y los montones de detritos de dolomía. Venimos de Polonia y es nuestra primera visita al macizo del Brenta. Estoy intentando utilizar las palabras cuidadosamente para definir cada frase, pero soy incapaz de dar voz a las emociones que fluyen.

Nuestro viejo Opel rojo cruza sobre el río Sarca. Pinzolo ya no es un punto abstracto en el mapa. Se ha convertido en un activo pueblo con calles, casas y gente. El cuentakilómetros muestra casi mil doscientos kilómetros desde Zakopane. El calor húmedo, las ondas de aire caliente saliendo del asfalto, - ¿Cómo se llega a Via Calvet?- Después de la plaza de la iglesia, gire a la derecha. Un ágil y animado anciano, casi abrasado por el sol, no se priva de preguntar de dónde venimos. Polonia le recuerda la II Guerra Mundial. Vino a nuestro país como soldado con las tropas italianas aliadas con las alemanas. Las diferencias históricas no limitan su deseo de hablar con nosotros. El viejo hombre quiere saber qué edad tengo. Cuando le digo mi edad, responde que con esa edad él ya llevaba casado un tiempo. No debe tener menos de noventa años. Nos pilla por sorpresa, a pesar de las normas de educación. La hospitalidad del dueño de la casa es de las cosas más preciadas que existen. No sólo zumo de sauco, sino un encantador almuerzo, buen vino y café, del que no hay en Polonia. Los sitios lejanos se hacen próximos cuando encuentras gente similar a ti, con similares pensamientos y sentimientos. Genius loci: creo que existe, estoy seguro de ello. El ejemplo es la iglesia de San Vigilio en Pinzolo. Nuestro guía, un hombre de barba blanca y gafas, es el vivo reflejo de este lugar. Nos ofrece un libro que escribió sobre la iglesia y un cigarro que guardo como recuerdo de nuestro encuentro. Su sabiduría nos guía a través de la belleza artística. El explica, y nos hace ver. Fundada por los romanos, cripta con bóveda gótica,  y techo apuntado, la forma renacentista y encima los extraordinarios frescos dentro y fuera. La danza macabra es impresionante, del siglo XVI las pinturas de la fachada de la iglesia. Se ve la pasión con la que el artista, Simon Baschenis, describió la idea de la igualdad entre los hombres (más de dos cientos años antes que la Revolución Francesa).
El grupo del Brenta. El pino negro, enormes árboles, a ambos lados del camino. Escalamos con dificultad con las enormes mochilas a hombros. Corremos hacia una especie de silla en la protuberancia que cierra el valle. El bosque se abre y ante nosotros aparece ondulante una amable cuenca verde, iluminada por el sol y cubierta por hierba fresca. Alrededor están las paredes de los Dolomiti, blancos, grises, beiges, herrumbrosos. Con alturas que alcanzan desde unos cientos hasta unos miles de metros. Val di Sacco: el nombre describe bien la realidad.
Queremos quedarnos aquí. No sabemos cómo encontrar el salto de agua. Entramos en un pequeño valle rocoso donde la forma sugiere que un riachuelo debe fluir allí. Una marmota realmente enorme nos mira y emite un silbido que avisa al resto de las marmotas de que se acercan personas. No conseguimos encontrar el agua, pero después de pasar una burbuja de hierba nos encontramos un enorme rebaño de al menos 50 cabras. Cuando nos ven, los animales se desplazan como una caballería preparada para la batalla. Con una pirueta, una sección se coloca alrededor, el resto sube en formación, como si hubiese decidido atacar.
Volvemos a la cuenca verde y encontramos nuestra agua al otro lado, arriba en las montañas. El suelo ideal para la tienda de campaña es una extensión de hierba, rodeada por un círculo de piedras blancas. A su lado, en un pequeño hueco, hay una mesa de piedra para preparar la comida. Alrededor de nosotros hay muchas ramas secas de pino para el fuego, el resultado de las avalanchas de invierno.
La grieta es profunda y ancha hasta el final. Tienes que mantenerte al borde del glaciar (Vedretta di Sacco) y con largos pasos alcanzar la pared de roca. Luego escalar donde la pared se convierte en una resbaladiza superficie cubierta por fina grava. Esta es la peor parte. Si no, tendríamos que retroceder el mismo camino. Una vez que estamos arriba no está tan mal. Sólida roca con la forma de grandes pasos o grandes bloques bien divididos, con una ligera pendiente. Pero no nos dejamos arrastrar por la euforia y dejamos marcas en la piedra por si acaso nuestro plan no funciona. En el laberinto de cañones de piedra caliza, cimas, es fácil perder el sentido de la orientación. Una catarata rápida, frágil pero simple. Una carretera cruza diagonalmente a través de un cúmulo de depósitos rocosos en un barranco y las huellas del viento cortan a través de un surco de roca hasta una gran llanura. Hemos estado caminando durante muchas horas. Un paisaje lunar, no hay una sola brizna de hierba, sólo rocas, franjas de nieve y, alrededor de nosotros, cimas inaccesibles. Este es nuestro pasillo, quizá seamos capaces de alcanzarlo. Ayer lo vimos desde el otro lado, la pared rocosa que desciende hasta el carril turístico. Quizá alguien haya pasado por aquí antes que nosotros, hay huellas de botas en la gravilla que cubre el camino. Tomando la loma oeste, también bastante difícil, nosotros nos acercamos a nuestro objetivo. Impacientemente, plantamos cara a la última sección de la roca inestable, levanto la cabeza por encima de la cresta y … una asombrosa impresión, doscientos o quizá trescientos metros de altura. Estamos en algún punto entre la Cima Padaiola y la Cima Padaiola Bassa. Desde todos sitios ves un camino, pero eso no es todo. También se ve un cruce con una parte rocosa, pero no podemos alcanzarlo desde donde estamos. Una cosa está clara: podemos confiar únicamente en las marcas de piedra que hemos dejado y en la ayuda de Dios.
No describiré el descenso. Sólo diré que inspiré profundamente cuando estuvimos de vuelta en la nieve al otro lado del barranco.
Dos cosas te empujan a conocer las montañas. La primera es el contacto con la gente que vive allí y su cultura. La otra es el esfuerzo físico salpicado de un poco de temor, o el contacto con la naturaleza. Al final, puedo decir que quizá haya hecho los Dolomiti un poco míos – Patrimonio de la Humanidad, por tanto también mío.

 
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