Sumario
 

Elisabeth de Austria pide ser reconsiderada, revisada y reconfirmada como mujer del siglo. Las consideraciones de Tuveri abren nuevas perspectivas críticas sobre un personaje muy querido, y redescubren y realzan la figura de una mujer que supo, por azar y por voluntad, imbuir de inmortalidad su propia imagen.

 

Eine Möve von keinem Land

Sissi, del mito a la historia

She walks in beauty, like the night
                                       (Lord Byron)

 

Elisabeth Amalie Eugenie de los Wittelsbach nace en Munich el 24 de diciembre de 1837 del matrimonio formado por Maximiliano, duque en Baviera, y Ludovica, princesa de Baviera. La rama de los duques en Baviera se diferencia de la de los duques o reyes de Baviera no solo por una distancia de dos o tres generaciones, sino también por el escaso poder que la familia del duque Max ejerce en el panorama político de la época. La familia de Elisabeth vive en el palacete de Possenhofen, a orillas del lago Starnberg, y está formada por los hijos de la pareja y por los numerosos hijos ilegítimos que el duque tuvo con otras mujeres. Possenhofen alberga una familia extendida y no convencional que mantiene una relación de desconfianza con los Wittelsbach reinantes, que en Munich son vistos como parientes ricos y un poco complicados. Este núcleo familiar es capaz, sin embargo, de crear un ambiente íntimo y desligado de las convenciones del siglo, lo que proporcionará siempre a Lisi nombre afectuoso que le dio su padre un sentido de pertenencia marcado y ancestral.
El 24 de abril de 1854, Elisabeth, con solo diecisiete años, se casa con su primo Francisco José, emperador de Austria desde los 18 años. Elisabeth, en el escenario opresor de una de las cortes más antiguas del mundo, da pronto señales de rechazo hacia el contexto y el papel femenino que impone la sociedad. Aislada de los acontecimientos políticos por una camarilla obcecada y representativa, es reducida al culto de la apariencia, excepto cuando de ella se exige sensibilidad política y diplomática en el curso de las prolongadas ausencias con los cortesanos, hacia los cuales Sissi, así llamada a veces por su marido, muestra rechazo dedicándoles poesías llenas de "geniale Narrenstreich":

 

Ich aber, web’ euch Kappen

Und näh’ auch Schellen dran;

Als narren geht ihr dan herum

 

Para vosotros he cosido unos sombreros y,

en las puntas, os he querido cosercampanillas;

podréis girar como bufones
   

Su tía y suegra Sofía, madre de Francisco José y hermana de Ludovica, mujer enérgica y dominante, se encarga, con resultados negativos, de la educación de su sobrina. Sin embargo, la relación entre Sissi y Francisco José no fracasará solo a causa de las injerencias maternas; sus personalidades son incompatibles: ella, vagamente culta, polémica, indiferente a la sensualidad, demasiado sensible, creatura bellissima –como dio en llamarla el rey Alberto II de Bélgica–, aficionada a escalar montañas y surcar los mares en un continuo viajar sin destino. Él, respetuoso señor sin excesivas inclinaciones metafísicas, con problemas para relacionarse y deseos de “normalidad”.
Sissi dedicará a su marido estos versos, definiendo su amor como un cadáver y su respeto mutuo como una fresca corona de flores ("Ja, immergrun ist diese Kranz"):

 

 

Unserer Liebe starre Leiche

Kamst du wieder zu beschau’n;

 

 

 

El rígido cadáver de nuestro amor

has venido a ver de nuevo;

 

   

Elisabeth, ya desde el nacimiento de su primogénita, demostrará poco apego por sus hijos y no sentirá nunca el arrobo maternal que se suele atribuir a las mujeres. ¿Qué pudo suceder en su mente, si no un repentino despertar del beauvoiriano rayo fulminante sacramental?
Tras el suicidio de Rodolfo, el hijo varón tan parecido a ella, Elisabeth, encadenada por un sombrío sentido de culpa, se lanzará a largos y extenuantes viajes y a imposibles y despiadadas escaladas. Supermujer afectada de debilidad orgánico, caminaba por la vida con un cinismo sibilino, erigiendo blancas villas, monumentos a la nada de su tiempo y encontrándose a sí misma solo delante la cerveza Franziskaner o la leche caliente en una cabaña del Cadore. Como un de Pinedo con falda, vestida de negro y sin ninguna joya, trazaba blancas estelas en el mar triestino, dálmata y griego a bordo de su cutter y, afectada de motomanía y de ataques de bulimia y anorexia, pedía strudel, huevos y trozos de tarta en la terraza de Miramare a Trieste para, a continuación, alimentarse solo de los versos de Homero y Safo en el patio del Akilleion de Corfú. El 10 de septiembre de 1898, durante una visita a Ginebra, muere por azar, víctima del golpe brusco y violento de la lima de Luigi Luccheni.
Muerte atravesada por un arma sutil y discreta que, penetrando en su corazón, permite que por la membrana del pericardio se le escape la vida que sale del luto de su vestido negro. Caminando en su propia leyenda, en la belleza, con esta muerte ha superado, al igual que la noche, las caminatas ansiosas y agotadoras por las vetas más altas y ha dejado atrás la línea de sombra entre historia y mito, abriendo infinitos caminos mediáticos y literarios: la imagen de la esposa-madre infantil, la “princesa Sissi” interpretada por Romy Schneider en las películas de Ernst Marischka y recuperada por unas 28 obras cinematográficas; por un musical titulado "Elisabeth", nacido en Austria del genio musical de Kunze y Levay y representado en Japón por el Teatro Femenino del Takarazuka; por cuatro exposiciones, todas ellas italianas; por una opereta de cámara en cuatro actos titulada "La rosa de Corfú" y por una producción de dibujos animados. Además, su imagen ha recorrido la literatura, cabalgando a lomos de la prosa de D'Annunzio, los escritos memoriales de Berta von Suttner y la filosofía de Cioran, que no dudó en describirla como el culmen de la melancolía, junto con Brahms. La iconomanía cultural, hija del Homo videns de ecos sartorianos, ha llevado su figura por otros senderos, creando una imagen diluida y excéntrica de mujer pálida y bonita, un lindo objeto decorativo.  El fruto de esta reescritura ha ejercido una verdadera violencia histórica sobre Elisabeth, que, en este aspecto, se muestra perfectamente conforme con la teoría de la “Presencia–Ausencia” enunciada por Simone de Beauvoir en “El segundo sexo”. Como es sabido, para la mujer, el estar históricamente presente ha significado, en la historia, estar sometida a la manipulación ejercida por los esquemas ideados por el hombre. En todas las figuras femeninas se ha verificado una sustitución mediante imágenes femeninas más conformes y apetecibles, lo que ha vaciado la historia de la misma memoria histórica. Nos encontramos, por tanto, frente a una Elisabeth, convertida en Sissi, que no existió nunca, una Sissi que es el papel tornasolado de una imagen deformada y violentada que ha escondido durante mucho tiempo un individuo único que caminó por la belleza de su autenticidad personal e histórica. Desde 1951 se ha presentado la inesperada oportunidad de interpretar y reconsiderar la figura histórica de Elisabeth von Österreich. En efecto, en 1951 el presidente de la Confederación Helvética recibió la plica que contenía el Diario Poético de la emperatriz. En estas poesías, divididas en tres entregas inspiradas en la “Poética heiniana del desencanto”, expuesta por primera vez en el libro “Specchi ad angoli obliqui.Diario poetico di Elisabetta d’Austria”, se revela una personalidad de semántica indirecta:

Ein Unergründlich tiefer See
Ist meine Seele,

Den ich oft selber nicht versteh

Un lago sin final
es mi alma,

del que no veo el final

 

 

 

 

 

 

 

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